(a cura Redazione "il sismografo") (Iglesia Nacional Argentina de Roma, sábado 18 de marzo 2023) - Testo del Vice Decano del Colegio cardinalicio card. Leonardo Sandri.
Una gran alegría nos embarga a los sacerdotes argentinos presentes en Roma: celebramos al Santo Cura José Gabriel Brochero y los 10 años de Pontificado de nuestro compatriota el Papa Francisco. Esta alegría la expresamos a través de nuestra celebración eucarística, de acción de gracias, de especial asombro de parte nuestra ante las maravillas de los designios de Dios. Y los hacemos con la ofrenda y comunión sacramental de Cristo mismo, asociándonos a su sacrificio en nuestro camino de crecimiento hacia la madurez en El, esperanza de la gloria, completando en nosotros el misterio divino al que hemos sido llamados.
El telón de fondo de nuestra Misa es el Evangelio que hemos escuchado: la parábola de la oveja perdida y recuperada, parábola salida del corazón de Jesús, acusado de recibir pecadores y de comer con ellos. Y hemos cantado con conmoción, identificándonos con esa pobre ovejita: “El Señor es mi pastor nada me puede faltar”.
Palabras que no podían adecuarse mejor a la persona de nuestra santo Cura Brochero, un discípulo y buen pastor. El mismo Papa Francisco describió magníficamente la personalidad de nuestro santo (cfr. Carta del San Padre Francisco al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. José María Arancedo, 14 de septiembre 2013):
pobre entre los pobres, cercano a Dios y a la gente, caricia de Dios para nuestro sufrido pueblo argentino. En mula, sin desfallecer, buscando casa por casa a sus fieles e invitándolos a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Sin tregua salió al encuentro de sus hermanos y “no se quedó en la sacristía a peinar ovejas”. Los encontraba con la celebración de la Misa, en las mateadas, con una conversación llana y espontánea. Su acción pastoral estaba centrada en la oración ante Jesús crucificado, en la práctica de los Ejercicios Espirituales, en la confesión con la que nos consuela la muchísima misericordia de nuestro Buen Pastor. ¡Cuántas personas de mala vida y paisanos difíciles dejaron vicios y peleas!
Hoy, diez años después, leemos lo que escribió entonces el Papa y cito: “El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial…se desgastó y acabó enfermándose de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe! (ibidem).
Siendo frágil como todos nosotros, nuestro Santo salió de la cueva del egoísmo superando la comodidad y se brindó hasta la muerte al Reino, al bien común, a la dignidad que cada persona merece como hijo de Dios.
¿Qué decir ante este identikit iluminado de nuestro san José Gabriel? No queda más que un silencio de admiración y un sacudón de conversión de parte nuestra para imitarlo con la gracia de Dios.
Al mismo tiempo, en este décimo aniversario de pontificado, nos preguntamos si no encontramos en este perfil, con las debidas proporciones, tantas coincidencias con la persona y el magisterio de nuestro Papa.
Con el nombre del Poverello, como Obispo de Roma y Sucesor del apóstol Pedro, Francisco ha vivido estos años, quizá recordando el ardor misionero del Cura Brochero, hijo de la querida Provincia de Córdoba, y evocando en su corazón al joven jesuita que quería ir como San Francisco Javier a la India o a la China. Por eso sus viajes apostólicos, encontrando a la gente, a los pobres y marginados, proclamando la dignidad de todo ser humano en particular de los descartados y olvidados.
No tendría fin esta homilía si recapituláramos el enorme tesoro de sus palabras, de sus gestos, de sus iniciativas, de su incansable exposición física y espiritual al servicio de la Iglesia y del mundo. En estos días de conmemoración de la década de un pontificado histórico, tenemos para rato para recordar, releer, profundizar su legado. Pontificado histórico digo no solo por ser argentino, marcado por la emigración, por ser el primer latinoamericano, por ser jesuita sino también por haberle tocado suceder después de siglos a un papa dimisionario actuando con delicadeza y generosidad una convivencia inédita con un Papa emérito durante 10 años.
Me limito solo a recordar lo que creo que es la médula de su empeño pontifical: convertir todo al Evangelio de Jesús, sin apuro, pero con un ritmo sin pausa: convertirnos todos a nuestro Bautismo, a ser discípulos y Misioneros, a cambiar las estructuras de la Curia romana, de las Conferencias episcopales y todos los estamentos de la Iglesia a la luz del evangelio y de la sinodalidad apostólica. Convertir al mundo a la defensa del creado, al respeto de la libertad y de la dignidad del ser humano sin discriminaciones y, en especial en estos tiempos de guerra y de conflictos, a la renuncia a la violencia y la opresión, recreando un mundo de justicia y fraternidad sin exclusiones.
Al querido Papa Francisco lo acompañamos con nuestra oración y con esta Santa Misa por sus intenciones, confiándolo a la intercesión del Santo Cura Brochero y poniendo a nuestro hermano en las manos de Jesús, de María y de José: que Ellos lo acompañen en esta nueva etapa de su pontificado y lo llenen de fuerza apostólica y de gracia para hacer frente, en nombre del Señor Jesús, a los grandes desafíos del mundo actual y de la Iglesia. Como decimos en tantos países latinoamericanos: ¡Que Dios te bendiga!
En la fiesta del Cura Brochero y en el X aniversario del Pontificado del Papa Francisco, nos queda la experiencia del gozo profundo del pastor del Evangelio y de María en su “Magnificat”, que nos hace proclamar: “Alégrense conmigo”, porque “grandes cosas ha hecho en mí el Omnipotente”.
¡Amén!
Una gran alegría nos embarga a los sacerdotes argentinos presentes en Roma: celebramos al Santo Cura José Gabriel Brochero y los 10 años de Pontificado de nuestro compatriota el Papa Francisco. Esta alegría la expresamos a través de nuestra celebración eucarística, de acción de gracias, de especial asombro de parte nuestra ante las maravillas de los designios de Dios. Y los hacemos con la ofrenda y comunión sacramental de Cristo mismo, asociándonos a su sacrificio en nuestro camino de crecimiento hacia la madurez en El, esperanza de la gloria, completando en nosotros el misterio divino al que hemos sido llamados.
El telón de fondo de nuestra Misa es el Evangelio que hemos escuchado: la parábola de la oveja perdida y recuperada, parábola salida del corazón de Jesús, acusado de recibir pecadores y de comer con ellos. Y hemos cantado con conmoción, identificándonos con esa pobre ovejita: “El Señor es mi pastor nada me puede faltar”.
Palabras que no podían adecuarse mejor a la persona de nuestra santo Cura Brochero, un discípulo y buen pastor. El mismo Papa Francisco describió magníficamente la personalidad de nuestro santo (cfr. Carta del San Padre Francisco al presidente de la Conferencia Episcopal Argentina, Mons. José María Arancedo, 14 de septiembre 2013):
pobre entre los pobres, cercano a Dios y a la gente, caricia de Dios para nuestro sufrido pueblo argentino. En mula, sin desfallecer, buscando casa por casa a sus fieles e invitándolos a los Ejercicios Espirituales de San Ignacio de Loyola. Sin tregua salió al encuentro de sus hermanos y “no se quedó en la sacristía a peinar ovejas”. Los encontraba con la celebración de la Misa, en las mateadas, con una conversación llana y espontánea. Su acción pastoral estaba centrada en la oración ante Jesús crucificado, en la práctica de los Ejercicios Espirituales, en la confesión con la que nos consuela la muchísima misericordia de nuestro Buen Pastor. ¡Cuántas personas de mala vida y paisanos difíciles dejaron vicios y peleas!
Hoy, diez años después, leemos lo que escribió entonces el Papa y cito: “El Cura Brochero tiene la actualidad del Evangelio, es un pionero en salir a las periferias geográficas y existenciales para llevar a todos el amor, la misericordia de Dios. No se quedó en el despacho parroquial…se desgastó y acabó enfermándose de lepra, a fuerza de salir a buscar a la gente, como un sacerdote callejero de la fe. Esto es lo que Jesús quiere hoy, discípulos misioneros, ¡callejeros de la fe! (ibidem).
Siendo frágil como todos nosotros, nuestro Santo salió de la cueva del egoísmo superando la comodidad y se brindó hasta la muerte al Reino, al bien común, a la dignidad que cada persona merece como hijo de Dios.
¿Qué decir ante este identikit iluminado de nuestro san José Gabriel? No queda más que un silencio de admiración y un sacudón de conversión de parte nuestra para imitarlo con la gracia de Dios.
Al mismo tiempo, en este décimo aniversario de pontificado, nos preguntamos si no encontramos en este perfil, con las debidas proporciones, tantas coincidencias con la persona y el magisterio de nuestro Papa.
Con el nombre del Poverello, como Obispo de Roma y Sucesor del apóstol Pedro, Francisco ha vivido estos años, quizá recordando el ardor misionero del Cura Brochero, hijo de la querida Provincia de Córdoba, y evocando en su corazón al joven jesuita que quería ir como San Francisco Javier a la India o a la China. Por eso sus viajes apostólicos, encontrando a la gente, a los pobres y marginados, proclamando la dignidad de todo ser humano en particular de los descartados y olvidados.
No tendría fin esta homilía si recapituláramos el enorme tesoro de sus palabras, de sus gestos, de sus iniciativas, de su incansable exposición física y espiritual al servicio de la Iglesia y del mundo. En estos días de conmemoración de la década de un pontificado histórico, tenemos para rato para recordar, releer, profundizar su legado. Pontificado histórico digo no solo por ser argentino, marcado por la emigración, por ser el primer latinoamericano, por ser jesuita sino también por haberle tocado suceder después de siglos a un papa dimisionario actuando con delicadeza y generosidad una convivencia inédita con un Papa emérito durante 10 años.
Me limito solo a recordar lo que creo que es la médula de su empeño pontifical: convertir todo al Evangelio de Jesús, sin apuro, pero con un ritmo sin pausa: convertirnos todos a nuestro Bautismo, a ser discípulos y Misioneros, a cambiar las estructuras de la Curia romana, de las Conferencias episcopales y todos los estamentos de la Iglesia a la luz del evangelio y de la sinodalidad apostólica. Convertir al mundo a la defensa del creado, al respeto de la libertad y de la dignidad del ser humano sin discriminaciones y, en especial en estos tiempos de guerra y de conflictos, a la renuncia a la violencia y la opresión, recreando un mundo de justicia y fraternidad sin exclusiones.
Al querido Papa Francisco lo acompañamos con nuestra oración y con esta Santa Misa por sus intenciones, confiándolo a la intercesión del Santo Cura Brochero y poniendo a nuestro hermano en las manos de Jesús, de María y de José: que Ellos lo acompañen en esta nueva etapa de su pontificado y lo llenen de fuerza apostólica y de gracia para hacer frente, en nombre del Señor Jesús, a los grandes desafíos del mundo actual y de la Iglesia. Como decimos en tantos países latinoamericanos: ¡Que Dios te bendiga!
En la fiesta del Cura Brochero y en el X aniversario del Pontificado del Papa Francisco, nos queda la experiencia del gozo profundo del pastor del Evangelio y de María en su “Magnificat”, que nos hace proclamar: “Alégrense conmigo”, porque “grandes cosas ha hecho en mí el Omnipotente”.
¡Amén!